Por Juan Ignacio Repetto
Colombia y Bolivia tuvieron actuaciones muy dispares en la Copa América de 2001. Los cafeteros, que ese año fueron anfitriones de la competencia, pudieron coronarse por primera vez como los mejores del continente y superaron con claridad todos los obstáculos que se les impusieron: seis victorias en igual cantidad de presentaciones y la increíble marca conseguida por Óscar Córdoba, que no recibió ningún gol en todo el torneo.
Totalmente diferente fue el papel de Bolivia que, cuatro años después de obtener su primer título, no pudo anotar y fue derrotada en los tres encuentros que disputó en tierras colombianas.
Luego de la negativa de Argentina, que no decidió participar alegando problemas de seguridad, la Selección local, además del siempre vigente Brasil, pasó a ser uno de los principales candidatos.
En la etapa de grupos, Colombia pudo superar sin inconvenientes a Venezuela y a Chile por 2-0, mientras que frente a Ecuador el solitario gol de Victor Hugo Aristizábal bastó para conseguir los tres puntos.
Con la valla invicta y el apoyo del público que deseaba festejar por primera vez a nivel continental, los anfitriones accedieron a cuartos de final con enormes expectativas. El plantel compuesto por Óscar e Iván Córdoba, Mario Yepes, Gerardo Bedoya, Fabián Vargas, Freddy Grisales, Giovanni Hernández, Elkin Murillo y Aristizábal no defraudó y dio un nuevo paso hacia el sueño. Un 3-0 contundente frente al débil Perú en el Estadio Centenario garantizó el pase a las semifinales y aumentó aún más la esperanza luego de la sopresiva eliminación de Brasil en manos de Honduras.
Justamente la selección centroamericana fue la siguiente víctima de los dirigidos por Francisco Maturana que nuevamente cerraron su arco, ganaron por 2-0 y accedieron al partido decisivo, en donde enfrentaron a México, otro que buscaba su primera alegría en Copa América.
El Campín de Bogotá fue el escenario elegido y el defensor, capitán y estandarte colombiano Iván Córdoba la gran figura y héroe de la final: las acciones estaban cerradas y no se podían sacar diferencias hasta que el zaguero anticipó a su marcador y clavó un cabezazo imposible para Óscar “El Conejo” Pérez.
El salto del jugador del Inter alcanzó y definió un cotejo que marcó un antes y un después en la Selección colombiana que, ese 29 de julio de 2001, escribió el mejor capítulo de su historia.
En contrapartida con el éxito y la actuación soñada de los ganadores de la copa, la experiencia boliviana fue muy mala. En el debut, los verdes fueron superados por Uruguay, que venció por 1-0 con tanto de José Luis Chevantón, y ya quedaron complicados para una posible clasificación.
La segunda presentación fue aún peor y Honduras derrotó a su desdibujado rival por 2-0. Ni siquiera en la despedida pudo festejar un tanto y sufrió una durísima goleada por 4-0 en manos de Paulo Wanchope y compañía de la Selección costarricense.
El salto de Córdoba que alegró a todo un país
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