Por Leandro Laface
El 26 de enero de 2008, Martín Palermo escribió otra página de su historia y se volvió a disfrazar de superhéroe cuando marcó un gol colgado del travesaño. Un mono comandado por la locura, esa manía que le permitió diferenciarse de los demás.
El “Loco” siempre está, cuando no hay más tinta para escribir se encarga de recargar ese cartucho imaginario. Los goles son ese amor eterno que anhelaba desde pequeño, los festejos son un grito de guerra, los hinchas corean una y mil veces el nombre de un ganador, el pueblo siente al “Titán” como propio.
Uno de los tantos goles “raros” que marcó Palermo fue en la noche calurosa del 26 de enero de 2008, cuando Boca le ganó a River por dos a cero en un amistoso de verano. Juan Román Riquelme fue a ejecutar un tiro libre sobre la izquierda del ataque “Xeneize”, Martín junto a cinco compañeros más esperaban el disparo del “10” para intentar festejar.
El ex Argentinos sorprendió a todos y le pegó directo al arco, pero los reflejos del guardameta Millonario, Juan Pablo Carrizo, actuaron de manera brillante y lograron despejar el balón lo más alto posible.
La pelota tomó altura, parecía no caer más, los hinchas se agarraban la cabeza, los corazones se inmovilizaron por unos instantes. Cuando empezó a descender pasó lo inimaginable: “El optimista del gol” saltó para cabecear la redonda pero al ver que no llegaba se colgó con la mano derecha del travesaño y de esta manera, consiguió el segundo grito de la noche.
El tanto debió ser anulado por el árbitro del cotejo, Héctor Baldassi, ya que el reglamento establece que “un jugador no puede apoyarse en los palos para sacar ventaja”.
Poco le importó al oriundo de La Plata y a los hinchas de Boca porque esa noche el conjunto de la Ribera ganó el superclásico, pero a lo largo de la historia solo quedará en el recuerdo el gol de Palermo sujetado del travesaño. Una historia más, una vida llena de recuerdos.
Que bien que estas escribiendo Lafa! Me gustó, un abrazo man!
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