Por Antonella Silva
El incansable goleador fue cuando era chico el encargado de evitarlos, el fútbol siempre fue parte de la vida de Martín Palermo, pero fue gracias a su hermano, que se desempeñaba como arquero, cuando empezó a jugar en Estudiantes en la ciudad que lo vio nacer: La Plata, sin embargo, promediando los 11 años se había alejado de la institución para jugar con un amigo en Club For Ever.
En uno de los partidos, Daniel Epeloa lo vio y lo llevó de vuelta a Estudiantes, ésta vez para que lo probaran como delantero en las inferiores del club, poco a poco se fue afianzando y evolucionando tomando el fútbol no sólo como una diversión sino como una responsabilidad.
El momento del debut en Primera División se daría a sus 18 años, en el Clausura del 92, año en el que no convertiría goles al jugar solo tres encuentros, de todas formas la adaptación al primer equipo no sería fácil y la poca continuidad como titular no le permitía relajarse y disfrutar. El desahogo llegaría el 22 de mayo del 93 cuando marcó su primer gol con la camiseta del “pincha” y su víctima fue San Martín de Tucumán, encuentro que terminó 3 a 0 a favor de Estudiantes.
Pero cuando todo comenzaba a afirmarse el club descendió a la B en 1994 y fue por aquel entonces cuando Miguel Ángel Russo y Eduardo Luján Manera se hicieron cargo del equipo que volvería rápidamente a formar parte de la Primera, sin embargo, Palermo lo veía desde el banco de suplentes, situación que desencadenó que en la temporada 95/96 se estuviera por ir a préstamo a aquel equipo al que le había convertido su primer tanto como profesional y hasta fue parte del plantel, pero el destino quiso que ese pase no se concretara por lo que tuvo que volver a Estudiantes.
El camino en el fútbol seguía siendo gris para Palermo que no se veía dentro de los titulares, pero el destino le tenía guardado una vuelta de página y tras la mala campaña de Estudiantes y la renuncia de los entrenadores llegaría Daniel Córdoba para renovar los aires del equipo y del propio Martín que no sólo pasó de no ser tenido en cuenta a ser titular, sino que también marcaría en seis de los ocho partidos que le restaban al club.
En el Clausura 96 daría el batacazo al finalizar segundo en la tabla de goleadores con 11 tantos en 19 encuentros, rendimiento que vendría acompañado con el cuarto puesto obtenido por Estudiantes en aquel campeonato.
En su última temporada como jugador del club en el que se formó futbolísticamente, jugó además de los torneos locales la Supercopa Sudamericana comenzando a tener el roce internacional y con el plus de ser nombrado el capitán de su equipo. Tras finalizar el Clausura 97 se concretó su pase a Boca y ahí comenzaría a escribir un sinfín de historias.
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