Por Gonzalo Durand
Uno de los partidos más recordados de la Copa Libertadores, sin dudas, es el que protagonizaron River y San Lorenzo en el certamen internacional del 2008, con una increíble eliminación en octavos de final del equipo de Núñez tras empatar 2 a 2 con dos hombres demás, y en el mismísimo Monumental.
Si bien un clásico entre River y San Lorenzo siempre genera emociones, los grandes fanáticos del fútbol han tenido la posibilidad de disfrutar una serie de dos partidos en las que se combinaron las mejores y peores sensaciones que puede generar un simple partido de fútbol con un resultado positivo o negativo. Fue un choque que hizo recordar a los históricos cruces de la década del 60, con 11 hombres de cada lado en búsqueda de la victoria, llenos de garra y dureza. Los duelos de Falcao contra la defensa de San Lorenzo (Méndez y Botinelli, principalmente) hacían imaginar que el partido de vuelta iba a ser una batalla para acceder a los cuartos de final.
Luego del encuentro de ida, San Lorenzo llegaba en ventaja al Monumental, por 2 a 1 y con goles de Silvera y Adrián González. Sin embargo, las sorpresas llegaron a Núñez, ya que el Millonario revertía un resultado adverso mediante un 2 a 0 parcial gracias a las anotaciones de Abelairas (de tiro libre) y Abreu, de penal. River no sólo daba vuelta el marcador, sino que tenía dos hombres demás por las expulsiones de Diego Rivero y Jonathan Botinelli.
El primer tiempo llegaba a su fin, con un resultado global a favor de River por 3 a 2. Pero al parecer, el factor suerte también tomó protagonismo, el mismo que tuvieron los hinchas de San Lorenzo durante los 15 minutos de descanso, ya que no paraban de alentar a su equipo que, hasta ese momento, quedaba eliminado de la Copa Libertadores.
Sin dudas la actuación de los Cuervos fue épica. Nadie pensaba en la remontada de un partido que estaba prácticamente terminado. El choque estaba perdido, River estaba casi clasificado a cuartos de final, pero Ramón Díaz, aún con nueve jugadores, alentaba a sus dirigidos en búsqueda del descuento y sabiendo que un gol empataba la eliminatoria.
El Santo de Boedo apeló a uno de sus milagros, y en el minuto 69 Gonzalo Bergessio descontaba con un 3-3 global que obligaba a una definición por penales. A partir del gol de “Lavandina”, River decayó, y el miedo se vestía de blanco y rojo. Sin dudas era un partido para el experimentado ídolo Ariel Ortega, quien estaba en el banco de suplentes desesperado por ingresar para ayudar a su amado River. Pero Diego Simeone, el entrenador riverplatense, prefirió utilizar un esquema más defensivo para aguantar el resultado y jugar de contraataque. Para ello hizo ingresar a Leonardo Ponzio, un volante central con vocación defensiva que a veces cuenta con recursos ofensivos, como el remate a media distancia por citar algún ejemplo. De todas maneras, locales no reaccionaron, y tres minutos después del 2-1 llegaba el empate con una nueva anotación de Bergessio.
River quedaba expuesto a la eliminación de una manera insólita, ante la sorpresa de hinchas y jugadores, quienes no podían creer la histórica remontada de San Lorenzo. Con dos jugadores más, y con dos goles de diferencia, quedaban afuera de la Copa Libertadores. De no creer. Dos íconos riverplatenses como Andrés D’Alessandro y Ramón Díaz se tomaban venganza de José María Aguilar, el presidente de la institución de Núñez que llevó al club a la peor crisis de su historia. A pesar de eliminar a River, el enganche y el entrenador se disculparon con la hinchada millonaria, pero lanzaban dardos llenos de veneno hacia toda la dirigencia, la misma que no quiso contratarlos como técnico ni como enganche y capitán. Y mientras todo esto ocurría, los hinchas de San Lorenzo, en la cancha o por televisión, disfrutaban y añoraban con la negada Libertadores que nunca pudieron levantar, esa misma que podía llevarlos a Japón, el país que finalmente no pudieron conocer por la posterior eliminación de la Copa frente a Liga Deportiva Universitaria de Quito.
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